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A 50 años del Manifiesto “Un arte de los medios de comunicación”: Roberto Jacoby, Ana Longoni, Sandra Torlucci, Raúl Lacabanne y Guadalupe Lucero en Aartes Multimediales de la UNA

 
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A 50 años del Manifiesto “Un arte de los medios de comunicación”: Roberto Jacoby, Ana Longoni, Sandra Torlucci, Raúl Lacabanne y Guadalupe Lucero en Aartes Multimediales de la UNA
de Comunicación ATAM - viernes, 15 de julio de 2016, 12:17
 

El pasado miércoles 27 de abril se realizó en nuestra sede una nueva edición del ciclo Los Pescadores de Perlas; esta vez, se trató de una Mesa Debate a propósito del manifiesto que Eduardo Costa, Roberto Jacoby y Raúl Escari redactaran en 1966 bajo el influjo de Marshall McLuhan.


Cuando la reconocida crítica y ensayista Ana Longoni tomó la palabra, se refirió a la novedad que implicaba a mediados de los años sesenta llamar la atención -desde el ámbito de la actividad artística- sobre el modo en que operan los medios de comunicación. Si bien hoy conocemos el lugar que ocupa la ficcion en la construcción de las noticias al punto de resultarnos una obviedad, en el momento en que un grupo de artistas vinculados al Instituo Torcuato Di Tella comienza a realizar distintas intervenciones en términos de “arte de los medios de comunicación”  se produce lo que Longoni llamó un “cimbronazo”. Desde los primeros afiches de Alberto Greco colocados en las parades de Buenos Aires hasta el que anunciaba que el mismo afiche podría verse por canal 11 en determinado horario, pasando por la inmensa operación conocida como “Tucumán Arde”, existe un antes y un después en la relación entre arte y medios de comunicación en la Argentina. Al mismo tiempo, hace falta notar que uno de los objetivos de estos artistas consistió en expresar una crítica al happening como tal. En este sentido, lo que se lleva a la práctica es algo así como una forma de arte pensanda como “acción directa”, incluso llegando a plantear la necesidad de que la obra misma no sea otra cosa que su difusión. La realización de la obra de arte en términos de obra de los medios de comunicación se planteaba entonces como un ejercicio de desmaterialización de la obra de arte.

Roberto Jacoby, en su artículo titulado “Contra el happening”, que puede leerse como un texto que acompaña al propio manifiesto, había desarrollado su programa artístico en términos de “un juego con la realidad de las cosas y la irrealidad de la información, con la realidad de la información y la irrealidad de las cosas”. Con esta complicidad explícita entre realidad e irrealidad de las cosas y de la información se pone en juego la cuestión de la materialidad y la construcción de la obra. Oscar Masotta, en la introducción a Happening (libro que apareciera en editorial Jorge Alvarez en aquel momento intentando pensar en qué consistían los happenings y dando algunos ejemplos de happenings que efectivamente habían “ocurrido”) escribió sobre la idea de la obra de arte de los medios de comunicación: “Pienso en las excelentes reflexiones de Roberto Jacoby sobre el happening de la información falsa. Entre junio y julio de 1966, Jacob y Costa informaron a diarios y revistas de la existencia de un happening que no había ocurrido, con el fin de desencadenar la información, y producir una obra que no fuera sino ese mismo desencadenamiento. Ahora bien, ¿es posible llamar todavía happening a este tipo de obra que se construye con medios de información masiva, esto es, empleando los medios o en el interior de esos medios? Roberto Jacoby piensa que no, y que es posible hablar, por lo mismo, de un arte anti-happening, o bien, y de manera positiva, de un arte de los medios de información de masas. La diferencia entre uno y otro estaría en que mientras el happening es un arte de lo inmediato, el arte de los medios de masas sería un arte de las mediaciones, puesto que la información masiva supone distancia espacial entre quienes la reciben y la cosa, los objetos, las situaciones o los acontecimientos a los que la información se refiere. Así la “materia” del happening, la estofa misma con la cual se hace un happening, estaría más cerca de lo sensible, pertenecería al campo concreto de la percepción; mientras que la “materia” de las obras producidas al nivel de los medios de información de masas sería más inmaterial, si cabe la expresión, aunque no por eso menos concreta. El pasaje entonces desde el happening a un arte de los medios de información de masas arrastraría una transformación de la
 materia estética: ésta se haría, cada vez, más sociológica”. La idea de Jacoby era que, del mismo modo que habían tenido que hacer los realizadores cinematográficos y sus equipos técnicos, la era de los medios de información masas requería de una especie de transformación del artista como tal. Los artistas, entonces, debían redescubrir su funcionamiento y sus propias técnicas como artistas de los medios de comunicación. 

Ricardo Piglia, en una nota publicada en Página/12, escribió que “el desarrollo tecnológico es un instrumento que Jacoby utiliza para producir el efecto conceptual. […] Se trata de la utilización de tecnologías nuevas que van más allá de lo que tradicionalmente llamamos medios y que Roberto vislumbró décadas atrás, con su interés en la conformación de conexiones en tiempo real anteriores a la web, los usos artísticos del grabador, la teletipo, la mecanografía, los esténciles, el mimeógrafo, las viejas fotocopiadoras, los faxes, el contestador telefónico, la televisión, el video, la visión infrarroja”. En este sentido, Roberto Jacoby es un referente ineludible dentro de nuestro ámbito de investigación. Su trayectoria, su frescura para comunicar ideas y relatos (sus comentarios sobre el modo en que logró ingresar una obra a la Bienal de San Pablo y sus recuerdos de Oscar Masotta junto con sus primeras experiencias psicoanalíticas son, francamente, imperdibles) y la actualidad de sus proyectos en el Centro de Investigaciones Artísticas son una prueba más de la necesidad del artista de transformar permanentemente no solo su producción sino su propia subjetividad, volviéndose a sí mismo del revés.